Enmedio del laberinto

Suspiró y se dejó caer contra uno de los altos setos colmados de flores rojas que había allí. Estaba exhausto de caminar.

Había entrado en aquel laberinto por puro descuido... o probablemente fue el mismo laberinto el que apareció de golpe, porque antes de darse cuenta, estaba rodeado de inmensos setos llenos de flores de color carmín, corriendo e intentando encontrar la forma de salir de ahí.

Ya se había dado por vencido. Tan sólo podía esperar a que el laberinto desapareciese tan rápido como había aparecido.

Le miraba desde atras de algunso cetos, con su mascara del día del hoy con plumas, y el pintado muy tradicional, aparte de lso listones. Al ver como se deba por vencido se acercó encuclillandose frente a él y dejando su menton sobre sus puchos y los codos sobre las rodillas

-Ya te cansaste?

Levantó la cabeza sobresaltado al escuchar la voz y se pegó más al seto ligeramente asustado al principio al ver a un hombre con semejante máscara colorida. Se calmó aunque siguió igual de sorprendido, y procuró pegarse lo máximo al seto.

- S-sí... Bue-bueno, esto es muy grande, ¿sa-sabe? - miró hacia los lados, aunque seguía viéndole de reojo. - Lle-vo un buen rato aquí.

Devolvió la mirada al chico de nuevo y le observó, sorprendido todavía.

-Claro que es grande -se sonrió aunque la mascara solo conservara una expresión neutra- Así lo hicieron hacer

Se levantó para ofrecerle su mano para que se levantara.

-Aun no llegaba ningun invitado a mi palacio

Cogió con delicadeza la mano del chico y se levantó, sacudiéndose el pantalón.

- Pues debería quejarme a quien lo ordenó construir, ya que un laberinto un poco más pequeño siempre es más práctico. - le miró a los ojos, aunque le incomodaba la neutralidad de aquella máscara. - No entiendo el porqué de perderse en un laberinto...

Le miró sorprendido, sin querer sacar conclusiones precipitadas de lo que había dicho el chico.

- ¿Invitados? ¿A tu palacio? - sonrió; había personajillos de todo tipo ahí, por lo que ya no le sorprendía. - ¿Va a hacer una fiesta o algo así? - inquirió, sonriéndole curioso.

Se rió a la rección del chico.

-Se puede decir que la fiesta empezó desde que ustedes pisaron este país

Dejó sus manos a la espalda mirandole con sus ojos azules, tan azules como parecía ser un mar en quietud pero tan frío como los tempanos, parecían casi irreales en la convicación de esa mascara.

-No creo que puedas quejarte con quien lo pidió, pero lo divertido es llegar al centro! -afirmo en un tono bastante jugueton- Vamos, ven!

Corrió por uno de los pasillitos de cesped y arbustos bien recortados.

Le miró sorprendido. ¿La fiesta ya había empezado? Suspiró. Reafirmando sus sospechas, estaban allá por puro entretenimiento de los más veteranos. Por mucho que le habían intentado persuadir de lo contrario.

Sonrió suavemente.

- Sí; será imposible quejarse a él. - siendo que quien probablemente lo hubiera pedido fuera el rey en persona.

Le vio alejarse y sin dudar corrió detrás de él. Vio pasar los setos bien cortados bastante temoroso.

- ¿Está seguro de saber por dónde se va al centro? - y una vez allí, ¿sabría regresar? Tragó saliva lentamente. No podía hacer otra cosa que seguirle, de todas formas.

-Claro que se!

Dio vuelta de nuevo en una esquina y así se la paso entre largos caminos y otros mas dando vueltas varias veces, hasta que se detuvo, dejando a la vista un gran arbol, un roble que era cubierto por una tremadora que lo cubría de cientos de florecitas moradas, abajo de su sombra una fuentecita hecha de puro cristal.

-He vivido aquí toda mi vida -se quitóa la mascara dejando al descuebierto el joven rostro y el rojo cabello- Como no lo iba a saber? -sonrió

A duras penas conseguía el chico seguir al joven enmascarado por aquella cantidad de bifurcaciones, setos que cambiaban de sitio y arcos cubiertos en su totalidad por flores carmines. Hasta que finalmente llegaron.

Soltó una exclamación de asombro. Si merecía la pena haber recorrido aquella secuencia de senderos sin sentido, era para ver la magnificencia de aquel roble rodeado y cubierto en su totalidad por florecillas moradas, confinándole un aspecto acolchado y dulce. El agua cristalina se confundía con la fuente, hasta tal punto que parecía que la propia fuente era la que se estaba derritiendo a cada instante.

- Precioso... - susurró, sin apartar los ojos de aquel espectáculo.

Miró al chico una vez éste se quitó la máscara. No le reconoció, no supo que aquel rostro pertenecía al rey y dueño de todo aquello, por el simple motivo de que jamás nadie le había hablado de él ni mostrado una fotografía o retrato suyo. Le sonrió, satisfecho por aquel panorama y ofreciendo aquella sonrisa como señal de disculpa.

- Lo siento... No debí decir aquello. La verdad es que temía quedarme encerrado aquí para siempre. - ladeó su cabeza y sonrió.

Se rió

-nadie queda encerrado aquí para siempre, no antes de ver al rey -dijo esto ultimo con cierto tono malicioso

Se sentó en el borde de la fuente.

-No hay que verle siempre lo malo a las cosas -metió su mano en ela gua fresca.

Sonrió ampliamente.

- En tal caso, será mejor que no veamos al rey, si no nos queremos quedar aquí para siempre, ¿no cree? - rió levemente.

Escuchó las palabras del chico y las meditó lentamente. ¿Ver el lado malo de las cosas? Había veces que aquello era inevitable, por mucho que lo intentara disimular. Miró al despreocupado chico; tal vez eran distintos, tal vez pensaban de maneras diferentes. Sonrió con suavidad.

- Aún así, no veo el lado bueno de quedarme encerrado en un laberinto hasta que pasara alguien a sacarme de él, usted me perdonará. - mantuvo su sonrisa.

-Quizas... encuentres otras cosas si te quedas aquí más tiempo -le sonrió- O quizas no

Realmente le causaba gracia todo eso, y era lógico, quizas esperaban ver un rey que se viera muy malo, o muy alto y barbudo, no a un joven, delgado y en cierto modo llamativo.

-Pero que harías si encuentras al rey? ¿Huirías?

Suspiró y se cruzó de brazos.

- Es lo que más odio de Wonderland. Que todo puede suceder... o no.

Relajó su expresión y le miró, preguntándose el porqué de aquella pregunta. ¿Huir? No lo tenía del todo claro. Había gente que decía que si te lo encontrabas te cortaría directamente la cabeza, pero otros concluían diciendo que era una buena persona. No tenía claro qué haría si se lo encontrara alguna vez.

- No lo tengo muy claro. - suspiró y miró al árbol. - Tengo que agradecerle unas cuantas cosas, y también debería echarle en cara el hecho de haberme traído hasta aquí.

Claro, la eterna pregunta ¿por qué yo?... se sonrió y miró el agua.

-Todo a su debido tiempo

Se levanto subiendose al borde de la fuente y caminando por la orilla como si nada.

-Sabes, eso es lo maravilloso, que puede suceder o no, que no sabes que te puede esperar, todo puede suceder -asintió- Pero si quieres le diré a su... chistosa majestad que esperas respuesta

Recordaba como le decía el sombrerero para hacerle enojar, peor por el momento le servía.

Le sonrió con suavidad, ladeando ligeramente su cabeza.

- Se lo agradecería mucho, a pesar de que no tengo muy clara cuál es la pregunta que deseo hacerle. - amplió su sonrisa, pensando en todo aquello. - En cuanto a lo que es maravilloso que nada y todo pueda suceder, es la segunda persona con la que me he encontrado que piensa así. - rió brevemente. - Pero no dejo de decirme que todo es caótico de esta manera...

Desvió su mirada al árbol y a las flores que lo colmaban de violeta. Volvió a mirar al chico, interesado en aquello.

- ¿Conoce en tal caso a su majestad? - se acercó a él, curioso. - ¿Podría decirme cómo es?

-... ah pues bieen... es... extraño, mimado -se sonrió- No es muy alto en realidad, delgado y de ojos azules y... pues bien... lo que más le identifica es su cabello rojo

Le pareció divertido, se encogió un poco de hombros.